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El recuerdo machadiano a través de Miguel Moreno y Moreno

Miguel Moreno (Diario de Soria)

Se nos ha ido Miguel Moreno y Moreno. Hoy le hemos enterrado los sorianos en «El Espino», cementerio que tanto se pateo en su trabajo de campo para preparar su enciclopédica «Calles de Soria», donde reposan los restos de  Leonor Izquierdo.

Muy brevemente, he aquí un rápido curriculum del último de los periodistas «ancianos» de Soria y escritor etnográfico de la Soria rural de los dos primeros tercios del siglo pasado:

– Nacido en Velamazán el 14 de julio de 1926 y residente en la capital desde 1945.
– Maestro de escuela, escritor (autor de casi medio centenar de libros) y periodista (a destacar su etapa como director de – «Campo Soriano» entre 1976 y 1979).
– Cronista oficial de Soria (desde el 6-sept-1984), Ágreda, San Pedro Manrique y Navaleno.
– Figura destacada del Centro de Estudios Sorianos.
– Medalla de Oro de la Orden de Alfonso X el Sabio.
– Comendador de la Órden Civil del Mérito Agrícola.
– Caballero de Turismo de Castilla y León (1990).
– Hijo Adoptivo de la Ciudad de Soria (1995).

La prensa local honra su memoria en portada y páginas interiores, a las cuales pertenecen las fotos que aquí incorporo. También, por mi parte, le he rendido mi homenaje a Miguel Moreno en Soriaymas y también en el blog que tengo sobre Tajueco y de El Burgo de Osma.

El Ayuntamiento de Soria ha decretado dos días de luto oficial y ha decidido que una de las calles de la ciudad llevará su nombre, más que merecido (la pena es que no lo tuviera en vida…).

Ahora, en este blog machadiano, cabe reseñar un par de párrafos que he leído en «Heraldo de Soria».

Miguel Moreno y Moreno (Heraldo de Soria)

Jesús Bozal, director de la Escuela Oficial de Idiomas, elogia la labor realizada por Miguel Moreno durante el franquismo para recuperar a Antonio Machado en la cultura oficial soriana: «Puso a Machado en su sitio en una época complicada… Hablar de Machado en Soria significaba transfredir el orden establecido, pero él creía en su importancia».

Asimismo, la periodista Sonia Almoguera, informa que Miguel Moreno donó al Ayuntamiento de Soria «parte del mobiliario (un escritorio, dos sillas y una mesilla) que perteneció al piso de casados de Antonio Machado y Leonor Izquierdo y que Moreno compró a la madre de ésta, Isabel Cuevas, de la que fue su último huesped. El mobiliario formará parte del futuro museo de los poetas en el Casino».

Por otro lado, quiero destacar el artículo publicado por el Archivero del Ayuntamiento de Soria, José Antonio Martín de Marco (escritor e historiador también), publicado en «Diario de Soria», que paso a transcribir aquí mismo:

MIGUEL MORENO. MI MAESTRO

José Antonio Martín de Marco
Diario de Soria, 21-Octubre-2010

Hoy es un día triste. Escribo embargado por el desconsuelo y la melancolía al saber que mi querido amigo y mejor maestro, Miguel Moreno ha muerto. Cuanto te va a echar de menos la Ciudad de Soria, viejo Cronista, ya nada volverá a ser igual sin tu sabiduría, tu intelecto, tu chispa, tu gracejo. Nosotros, tú y yo, que nos veíamos todas las mañanas te has ido, has cerrado los ojos, sin despedirte. Esto no se le hace a un amigo Miguel. Maldita parca. Dicen que a los viejos les espera a la puerta de su casa y a los jóvenes al acecho, y así ha sido. Dijo un filósofo que el sueño no es más que una muerte breve y que la muerte es un sueño más prolongado. Tal vez sea así, Miguel, pero la realidad es que tú ya no estás y que me siento huérfano al no escucharte, al no verte caminando por el Collado, a no vislumbrarte con esa capa que simbolizaba tu personalidad. Tú viejo amigo, que eras un hombre de costumbres fijas me has fallado, has dejado la costumbre de vivir y mi respuesta a tu última llamada por teléfono en la que me preguntabas por esa Asociación recién creada de la Casa Troncal de los Doce Linajes de Soria, ¿a quién voy, ahora, a darle mi respuesta?

Corría el año de 1985 cuando prologaste y presentaste en el Salón de Plenos del Ayuntamiento capitalino mi primer libro y luego vinieron otros muchos en los que tu nombre acompañaba mis obras editadas, y si así no era, no faltaba tu presencia cuando nacían a la luz en su presentación. Sí, hemos ido hermanados en un montón de actos culturales y cuando los protagonistas eran otros me llamabas y decías ¿vas a ir, José Antonio?, pues voy contigo o, si tu no vas, yo tampoco, y más cuando en los últimos tiempos te fallaba la vista y aún el oído. Nunca me dijiste que no a cuanta información te pedí, jamás me negaste nada, y ahora, ¿a quién voy a reclamar ayuda cuando la musa me falte o desconozca un no sé qué de Soria? La muerte para ti, el dolor para los que te queríamos. Has cambiado de residencia y esta vez, no como cuando dejamos de ser vecinos en Santo Tomé, no sé donde moras en el infinito Valle de Josafat… tal vez estés charlando o contándole un chascarrillo a Aurora de Marco, mi madre, a quien le dedicaste tiempos ha un artículo precioso, en el periódico, que conservo al calor del corazón y de la memoria.

Miguel Moreno (Diario de Soria)

Pero tú no has desaparecido, tu obra queda, solo se trata de que te has ido un poco antes, unos amaneceres antes. Mis ojos se humedecen por tu culpa, por tu viaje a ese país desconocido donde no hay viajero que haya vuelto. El tiempo ha quedado congelado, parado, para ti, pero tú que eras creyente, un hombre de fe, seguro que conocerás el deshielo y volverás a ser socarrón, irónico, chistoso… y quien esto firma no duda que en el paradigma del infinito alguna vez nos volveremos a encontrar, y reiremos con tus aconteceres, ¿recuerdas cuando, en una recepción de los Duques de Soria que presidió el Rey, le llamaste a voz levantada, “¡Juan Carlos!, ¡Juan Carlos!”. Y S. M. vino, y charlamos con él y le hiciste reír con una ocurrencia tan jocosa como convenida a lo que se celebraba, ah, ¡qué tiempos!, antes y ahora en los que la muerte despoja a la vida de toda seriedad.

Maestro que fuiste y escribidor de tradiciones. Toda la vida enseñando a chicos y mayores en tu oficio pedagógico de hacer didáctica de la sorianidad. Eras, decías, «soriano de nación, acción y devoción» y doy fe de que así has ejercido tu ministerio, «Hijo Adoptivo de la Ciudad», título en el que por sobrevenidas de la vida me tocó ser informante a petición del entonces alcalde Velasco. En el Centro de Estudios Sorianos hemos apadrinado a investigadores; compañeros de la Fundación Científica de la Caja Rural, de este medio, de presentaciones de actos culturales… reitero mi orfandad ante tu óbito material e instructivo.

Releo la dedicatoria de tu último libro, «La Torre Nueva de Velamazán», a la que tú llamabas la «torre del aire», y quedo derrotado por el cariño que me transmitías, igual que cuando por mor de mi enfermedad reciente casi se me llevan los demonios. Gracias Miguel, fuiste un revulsivo anímico, tu experiencia vital era la que hablaba por tu boca y tiempos mejores llegaron. Hoy, Maruja, necesitaría de tu consejo de vida, un don de la naturaleza, ante tu huida dejándola en la soledad del camino, algo que me repetiste infinidad de veces que no te gustaría que ocurriera, pero el destino tiene una jurisdicción juguetona, el destino baraja y reparte las cartas que nosotros jugamos. Otro Miguel, este de apellido Cervantes escribió que cada cual se fabrica su destino, y el tuyo, amigo, es legar tu obra a cuantos quieran saber de sus raíces, de su antropología ancestral, de la Soria de ahora y de siempre, y es que, Cronista en los muros del tiempo trabajamos todos como arquitectos de nuestro propio destino salvo para los espíritus vulgares que carecen de él.

La muerte de todo hombre me disminuye porque pertenezco a la humanidad, pero hoy, roto, sé por quién doblan las campanas, por ti, y comprendo la banalidad, la nada de todas las cosas, aún así se que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos, y tú, Miguel, siempre me acompañarás en el duermevela de mis escritos cuando el cálamo se detenga en tu recuerdo. Descansa en paz, Cronista, amigo, maestro, mi maestro. Que la tierra te sea leve y la eternidad luminosa.

 

 

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